No se si la culpa sera de los japoneses o de la Beatriz. A fines del año 2005, me llama mi amiga para decirme que habia visto una aviso que decia algo como "se busca sonidista con experiencia en grabación para prestigioso pub", yo no estaba buscando pega, pero como podía ser algo part-time igual hice caso a las recomenaciones de mi amiga y fui. Era un pub de karaokes. Y me llamaron. Y estuve casi un año de mi vida en ese lugar, trabajando casi todos los días.
Al principio lo pasaba bien, toda la gente que trabajaba ahi era demasiado buena onda y era algo nuevo para mi. No tuvo que pasar mucho tiempo para empezar a ver repetidas veces las mismas caras y escuchar infinitas veces las mismas canciones. Creo que hasta antes de llegar a caer ahí la paciencia era una de mis virtudes.
Los habitués eran muchos, todos personajes dignos de estudios sociológicos. La mayoría gente sola, seguramente con problemas de autoestima o inseguridad, ya que no le veo otra razón a ese afán por ser aplaudidos y reconocidos. Cada uno con 3 o 5 hits, sus "caballitos de batalla", canciones que traian ensayadas (o las ensayaban alla) y que eran las mismas que cantaban cada vez que iban (estoy hablando de aprox. 3 veces a la semana). Varios de estos personajes se agrupaban (hasta tenian un nombre) y entre ellos eran los que mas se hacian barra y felicitaban... más encima se achoclonaban en la barra dificultando el paso y ni consumían, podían pasar toda la noche con una cervecita, si es que no una bebida. Pero gastaban plata para cantar... cuando habia mucha gente y la cosa iba lenta, pagaban por adelantarse en la lista y poder cantar más veces. Nunca pude comprender a esos personajes, realmente patéticos... por lo menos eran buena onda jaja.
También era infaltable el grupete de mujeres, que creyéndose minas se acercaban a mostrarle las pechugas y a coquetearles a mis compañeros para que las dejaran cantar más rápido, seguramente alguna canción de Paulina Rubio. Nada me ponía de más mal humor que escuchar "Yo no soy esa mujer". Y más odiosas cuando el alcohol empezaba a hacer efecto en ellas.. y peor si estaban celebrando una despedida de soltera (será ese un motivo por el cual celebrar?? habrá un lugar mas foooome para algo asi??). LA vez que dejaron un reclamo en mi contra en el libro fue una de estas tipas.
Tampoco faltaba el viejo curado que se las daba de cuico y llegaba con aires de superioridad y prepotencia a exigir cantar, algunas veces puteando a mis compañeros, tratándolos de hueones y faltándoles el respeto... o los que sacaban la billetera al frente de nosotros y decian "ya, cuanto te tengo que pagar para que me dejes cantar ahora".
Otras de las personas detestables eran aquellas que viendo el local con poca gente cantaban y cantaban y cantaban y cantaban... ni se sentaban en la mesa a tomarse su copete o a conversar.
[A estas alturas, me voy alterando al recordar a tan detestables personajes] Creo que podría seguir eternamente.
Ese lugar (o mejor dicho sus clientes) acabó con mi paciencia. El último tiempo que estuve ahí era un ogro, algunos días llegaba con la mejor intención de mantener un espíritu zen, pero al primer pelotudo que llegara pidiendo cantar se me acababa. Muchas veces me dio ganas de mandar todo a la mierda, gritarles a todos e irme a mi casa. Las únicas arrugas que tengo son las de la maña, todo por pasar la mayor parte del tiempo con el ceño fruncido. Ya no soporto escuchar a Nino Bravo ni a Camilo Sesto.
Y el día que renuncié fui tan, pero tan feliz! Porque aparte de tener que soportar a toda esa gente, no tenía tiempo para hacer las cosas que me gustaban ni para estar con la gente que quiero. Se me habían acabado los carretes con mis amigas, las tocatas, las juntas a pasar la tarde echando la talla, todo... lo que sí, conocí varios after jajaja.
He aquí la razón de todo el odio que siento hacia los karaokes.
Ah! por si acaso... volví a ser la de antes, recuperé mi estado inalterable y mi paciencia, ya no soy un ogro malhumorado.
Al principio lo pasaba bien, toda la gente que trabajaba ahi era demasiado buena onda y era algo nuevo para mi. No tuvo que pasar mucho tiempo para empezar a ver repetidas veces las mismas caras y escuchar infinitas veces las mismas canciones. Creo que hasta antes de llegar a caer ahí la paciencia era una de mis virtudes.
Los habitués eran muchos, todos personajes dignos de estudios sociológicos. La mayoría gente sola, seguramente con problemas de autoestima o inseguridad, ya que no le veo otra razón a ese afán por ser aplaudidos y reconocidos. Cada uno con 3 o 5 hits, sus "caballitos de batalla", canciones que traian ensayadas (o las ensayaban alla) y que eran las mismas que cantaban cada vez que iban (estoy hablando de aprox. 3 veces a la semana). Varios de estos personajes se agrupaban (hasta tenian un nombre) y entre ellos eran los que mas se hacian barra y felicitaban... más encima se achoclonaban en la barra dificultando el paso y ni consumían, podían pasar toda la noche con una cervecita, si es que no una bebida. Pero gastaban plata para cantar... cuando habia mucha gente y la cosa iba lenta, pagaban por adelantarse en la lista y poder cantar más veces. Nunca pude comprender a esos personajes, realmente patéticos... por lo menos eran buena onda jaja.
También era infaltable el grupete de mujeres, que creyéndose minas se acercaban a mostrarle las pechugas y a coquetearles a mis compañeros para que las dejaran cantar más rápido, seguramente alguna canción de Paulina Rubio. Nada me ponía de más mal humor que escuchar "Yo no soy esa mujer". Y más odiosas cuando el alcohol empezaba a hacer efecto en ellas.. y peor si estaban celebrando una despedida de soltera (será ese un motivo por el cual celebrar?? habrá un lugar mas foooome para algo asi??). LA vez que dejaron un reclamo en mi contra en el libro fue una de estas tipas.
Tampoco faltaba el viejo curado que se las daba de cuico y llegaba con aires de superioridad y prepotencia a exigir cantar, algunas veces puteando a mis compañeros, tratándolos de hueones y faltándoles el respeto... o los que sacaban la billetera al frente de nosotros y decian "ya, cuanto te tengo que pagar para que me dejes cantar ahora".
Otras de las personas detestables eran aquellas que viendo el local con poca gente cantaban y cantaban y cantaban y cantaban... ni se sentaban en la mesa a tomarse su copete o a conversar.
[A estas alturas, me voy alterando al recordar a tan detestables personajes] Creo que podría seguir eternamente.
Ese lugar (o mejor dicho sus clientes) acabó con mi paciencia. El último tiempo que estuve ahí era un ogro, algunos días llegaba con la mejor intención de mantener un espíritu zen, pero al primer pelotudo que llegara pidiendo cantar se me acababa. Muchas veces me dio ganas de mandar todo a la mierda, gritarles a todos e irme a mi casa. Las únicas arrugas que tengo son las de la maña, todo por pasar la mayor parte del tiempo con el ceño fruncido. Ya no soporto escuchar a Nino Bravo ni a Camilo Sesto.
Y el día que renuncié fui tan, pero tan feliz! Porque aparte de tener que soportar a toda esa gente, no tenía tiempo para hacer las cosas que me gustaban ni para estar con la gente que quiero. Se me habían acabado los carretes con mis amigas, las tocatas, las juntas a pasar la tarde echando la talla, todo... lo que sí, conocí varios after jajaja.
He aquí la razón de todo el odio que siento hacia los karaokes.
Ah! por si acaso... volví a ser la de antes, recuperé mi estado inalterable y mi paciencia, ya no soy un ogro malhumorado.